Para el universo, cuatro días no es distinto de cuatro mil millones de años luz.
Yo trato de tenerlo siempre presente. Pero, al fin y al cabo, no soy más que un hombre. Y todas las elucubraciones filosóficas que puedo conjurar no me salvan de desearte, todos los días, a cada momento ni del despiadado gemido del tiempo, el tiempo que nunca puedo pasar contigo, dentro de mi cabeza.
Te amo profundamente, totalmente.
Y será siempre así.
Libro y Película: Los puentes de Madison
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