Cultivar el sentido de esperanza para reducir la ansiedad
Un modo de reducir el estrés y la ansiedad del día a día es desarrollar un enfoque mental basado en la esperanza. Esta dimensión integra aspectos, como la mentalidad de crecimiento y la resiliencia, para poder apagar la angustia y las ideas negativas.
Un modo de reducir el peso asfixiante de la ansiedad es aprendiendo a cambiar nuestro enfoque mental. Así, algo tan adecuado como cultivar el sentido de esperanza en el día a día nos ayudaría a disolver la impronta de esta condición psicológica. Es más, una serie de estudios recientes nos explican que podría ser una fuente de «curación» muy interesante.
Ahora bien, es muy posible que más de uno ponga en duda esta idea. Al fin y al cabo, el concepto de esperanza es para muchos poco más que un concepto romántico, una idea bienintencionada pero quizá, con escaso rigor terapéutico. Nada más lejos de la realidad. Decía la escritora y activista Helen Keller que no se puede ir por la vida sin esperanza y autoconfianza, porque sin estas dos dimensiones, se pierden las fuerzas.
Una idea nos ayuda a entender la implicación de este término en relación a la ansiedad cotidiana. Esperanza es básicamente confianza, pensando que en el futuro se cumplirán nuestras expectativas. Es a su vez, el deseo combinado con el optimismo, ahí donde se uno es capaz de focalizarse en un horizonte más amable e incluso ilusionante.
Lo opuesto a la esperanza es el miedo. Aún más, es el convencimiento casi absoluto de que eso que está por venir, es amenazante y va en nuestra contra. La mente ansiosa tiene este mismo patrón de pensamiento. Saberlo, entender cómo trabaja nuestro enfoque mental en estas circunstancias es el primer paso para hacer cambios, para asumir otras perspectivas.
«Hay una grieta en todo. Así es como entra la luz».
-Leonard Cohen-
Cultivar el sentido de esperanza nos ayudaría a reducir la ansiedad
Los trastornos de ansiedad constituyen un conjunto teórico muy complejo donde se entremezclan un gran número de microuniversos caóticos. Está la angustia permanente, están esas ideas a menudo perturbadoras y limitantes, así como una serie de emociones que tienen a inflamar aún más la preocupación, la presión e incluso el miedo.
Podríamos decir que es nuestra sociedad y el actual estilo de vida es el que nos genera este tipo de situaciones. Podríamos afirmarlo, pero no sería del todo acertado.
La ansiedad no es ni mucho menos el resultado total y absoluto de un contexto o de una serie de circunstancias concretas. Lo es en parte, pero lo que más influye a la hora de que una persona sufra un trastorno del estado de ánimo es el modo en que afronta su día a día.
En esencia, no es lo que nos pasa, es cómo respondemos a lo que nos sucede. Ahí, influyen desde factores genéticos, tendencias heredadas desde la infancia y a menudo, una falta de recursos psicológicos para manejar las dificultades, por muy pequeñas que sean.
Ahora bien, entendiendo todo esto… ¿en qué nos puede ayudar cultivar la esperanza?
El sentido de esperanza como clave del bienestar psicológico
A la hora de tratar la ansiedad existen diferentes terapias y enfoques. A veces, son necesarios los fármacos, otras veces complementamos el tratamiento con técnicas de relajación y meditación, como el mindfulness. Hay sin duda diversas estrategias y todas dependen del paciente y de aquello que se ajuste mejor a sus necesidades.
Matthew Gallagher, psicólogo y profesor de la Universidad de Houston, señala que estamos descuidando un aspecto altamente significativo: el sentido de la esperanza. Así, en un estudio realizado por él mismo y su equipo durante este año se demostró que si incluimos en psicoterapia este factor, los cambios se notan.
Se trata, en esencia, de añadir ese componente filosófico, espiritual y emocional donde lograr que la persona vaya cambiando su forma de pensar, de sentir y de percibir la realidad.
Apagar la angustia requiere sin duda el convencimiento interno de que tal vez, las cosas no van a ir tan mal, de que si hoy ha sido un mal día mañana las cosas pueden mejorar.
El doctor Gallagher, autor de este estudio, demostró que el sentido de la esperanza integra algo más que un componente filosófico. No es decirnos únicamente que aquello que tanto deseamos va a suceder; en realidad acoge unos componentes que pueden favorecer nuestra salud mental. Son los siguientes:
Resistencia: capacidad para afrontar la adversidad con fortaleza y seguridad, pero a su vez, con adecuada flexibilidad cognitiva. Es decir, ante cualquier problema, lejos de quedarnos bloqueados en la negatividad, uno debe ser hábil e ingenioso para saber responder.
Mentalidad de crecimiento: el sentido de esperanza se compone también de esta valía excepcional. Define nuestra capacidad para pensar siempre en positivo, superándonos, aunando motivación y resolución para avanzar en la vida y ante cualquier circunstancia.
Si incluyéramos estos enfoques en nuestro día a día, nuestra realidad daría un cambio. Se reduciría la angustia, la inseguridad y la sensación de que no tenemos el control sobre lo que nos sucede. Desarrollar un sentido de la esperanza auténtico, útil y saludable, requiere tiempo; no obstante, si nos comprometemos en ello, podremos lograrlo.
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