“Sólo tenía su cuaderno gris de rayas y su música en el alma. Para no olvidar que tenía corazón de pianista, mientras hacía los oficios, tarareaba en silencio sonatas, unas veces de Beethoven y otras Chopin.
Era su manera de sobrevivir a la injusticia. Se desahogaba escribiendo cartas a su padre, que nunca enviaba por falta de dinero para el franqueo”
(El penúltimo sueño - Ángela Becerra)
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