Cada mañana, mientras se observaba y descubría en su geografía de arrugas un nuevo río.
Soledad sentía que su alma no tenía tiempo.
Ahora podía entender lo que de joven no entendía: que sólo se envejece en los espejos, que el espíritu es libre de volar alto por encima de la vida; que el verdadero amor no tiene edad ni muerte.
(El penúltimo sueño - Ángela Becerra)
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